Trabajar desde casa está perdiendo su atractivo
Pilita Clark
- T+
- T-
Pilita Clark
Hace unos días tuve una sombría revelación sobre trabajar desde casa. Sucedió cuando estaba parada en mi habitación, tratando de decidir qué ponerme para una ocasión en la que no me había encontrado en casi cinco meses: un almuerzo de trabajo.
Mientras escogía un atuendo y buscaba en Google Maps para ver cómo iba a llegar a dónde tenía que ir, me di cuenta de que me estaba sintiendo estúpidamente ansiosa.
Lo digo porque finalmente me di cuenta de que lo que estaba provocando esa ansiedad era la cantidad de tiempo que estaba a punto de pasar lejos del notebook en la mesa de mi cocina. Me tomaría cerca de dos horas vestirme, llegar al lugar de reunión designado, almorzar y volver a casa.
Antes del Covid no lo habría pensado dos veces, porque en ese entonces el día de trabajo estaba lleno de interrupciones. El viaje al trabajo. El paseo alrededor de la oficina hacia una sala de reuniones. La necesidad de contarle a un colega lo que habías visto en la televisión la noche anterior.
Pero me he dado cuenta de que, desde que comencé a trabajar en casa en marzo, se ha vuelto normal pasar horas interminables frente a una pantalla. Esto explica una de las cosas desconcertantes sobre el gran experimento de trabajo desde casa que millones de nosotros estamos viviendo.
De hecho, como lo han mostrado repetidamente las encuestas, la ausencia de un viaje diario y otros males ha hecho que la vida sea tanto más fácil que la mayoría de nosotros queremos seguir trabajando al menos uno o dos días desde casa una vez que la pandemia retroceda. Sin embargo, a medida que continúa el trabajo remoto, está comenzando a perder su atractivo.
Muchos proyectos tardan más en realizarse cuando la persona a la que necesitas contactar con urgencia ha salido a pasear al perro. Es más difícil descubrir por qué los correos electrónicos no se han respondido cuando no puedes acechar el escritorio de la persona que no te está respondiendo. No es de extrañar que una investigación sugiera que la semana laboral se ha extendido hasta cuatro horas más. Además, algunas oficinas en el hogar son abismales.
Un 71% de los trabajadores en el hogar han reportado una enfermedad nueva o una que se ha empeorado desde el brote, mostró un estudio global realizado por Lenovo el mes pasado. La fatiga, el insomnio y los dolores de cabeza son comunes desde Brasil hasta el Reino Unido, junto con el dolor de espalda y los problemas oculares.
Al mismo tiempo, la mayoría de las personas dijeron que se habían vuelto más productivas, un hallazgo que tiene sentido en un momento de creciente desempleo e inseguridad laboral.
Pero ser altamente productivo no ha sido totalmente positivo según Peakon, una firma de análisis de empleados que las empresas (incluyendo Financial Times) usan para medir cómo se siente su personal sobre su trabajo.
Cuando analizó 25 mil comentarios que la gente había hecho en sus encuestas, encontró que dos de las cinco palabras principales que los empleados usaron en el punto álgido de la pandemia en marzo y abril fueron “horas” y “presión”.
A medida que pasó el tiempo, una gran parte de los gerentes mencionaron su propio bienestar mental y una de las principales frases que usaron fue “locura absoluta”. En otras palabras, tanto los administradores como las personas administradas están comenzando a sentir la tensión y, para muchos, no hay un final a la vista.
Hace unos días Google se convirtió en la primera gran empresa estadounidense en decir que mantendría al personal en casa hasta julio del próximo año. Dudo que sea la última.
¿Entonces, qué se puede hacer? He discutido esta pregunta con ejecutivos de muchas compañías y un punto que cada uno de ellos ha señalado es que es más importante que nunca que los trabajadores tengan conversaciones individuales con los gerentes.
Esto puede exponer los problemas antes de que se conviertan en desastres. Elimina la paranoia innecesaria y, vitalmente, ayuda a aclarar las prioridades de cada empresa.
También puede ser difícil de implementar. Los gerentes están más presionados y ya tienen demasiadas reuniones para mantenerse en contacto con sus equipos remotos. Pero esas reuniones grupales no son suficientes para un padre que está intentando cumplir con los plazos urgentes entre las sesiones de educación en el hogar, o un nuevo recluta que no sabe a quién debe acudir para hacer una pregunta sobre una tarea difícil de cumplir.
Tomar tiempo para hablar con estas personas en particular es, como me dijo un alto ejecutivo el otro día, imprescindible en un momento como éste. Los jefes sabios siempre han tratado de entender por lo que están pasando sus trabajadores en casa. Todos deben seguir ese ejemplo cuando el hogar también es el lugar de trabajo.